El puente más largo

Lola Ruiz Arrebola

         Como cada comienzo del mes de marzo acabamos de disfrutar de uno de los puentes más importantes del año, o al menos así debiera ser para los que nacimos y vivimos por estas latitudes peninsulares. Independientemente de su importancia, de lo que no cabe duda es de la cantidad de acontecimientos que, en esta ocasión, han acompañado a dicho puente que, si me permitís, lo utilizaré como hilo conductor de las presentes líneas.

          En Baena, el puente ha empezado un poco antes, dado que este año el viernes día 24 no había clase. En mi cole sí, por lo que tocaba trabajar mientras que mis niños estaban en casa. La sorpresa fue cuando a la salida me visitaron, tras haber pasado un buen rato jugando en las inmediaciones de la Cantina de Doña Mencía y en la Ciudad de los Niños de Cabra. Ellos, como siempre, contentísimos. La comparación con Baena siempre es inevitable. Que si mejor parque, que si mejores instalaciones, que si los servicios están más limpios y todo más cuidado… A veces me pregunto si esto también es una percepción psicológica, al igual que la provocada por la nostalgia, cuando nuestro cerebro filtra las cosas buenas del pasado, olvidándose de las malas, y esto nos hace asegurar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero esto daría para otra columna y quiero seguir hablando del puente.

         Ese mismo día nos encontramos con otra efeméride, vergüenza del mundo civilizado, la de la guerra en Ucrania, que cumplió un año. Obviamente nada que celebrar, más allá de la propia constatación de la estupidez humana, que prefiere seguir consolidando guerras por el propio interés de unos pocos. Tras un año sigo pensando lo mismo. Además del tradicional NO A LA GUERRA, continúo sin entender cómo se puede contribuir a la paz desde España al seguir proporcionando armas a una parte, por muy buena que esta sea. Siempre he pensado que el conflicto debiera haber terminado en una mesa de negociación con la ayuda de la comunidad internacional.  Esto último no ocurre por el interés particular de unos pocos, como siempre, que hace que el conflicto se esté cronificando.

         El sábado 25 Baena volvió a demostrar su generosidad y solidaridad con el Festival de apoyo a Turquía y Siria. Destacar la buena respuesta de la ciudadanía ante esta llamada y mi más sincero agradecimiento a todas aquellas personas que lo están haciendo posible con su trabajo voluntario y desinteresado.

Sobre el Día de Andalucía es importante recordar sus raíces. Hace 43 años las andaluzas y andaluces dijeron en las urnas que somos un pueblo con derecho al autogobierno. Entonces, muchos de los que ahora se visten de verde y blanco con la bandera andaluza, votaban y pedían el voto en contra. Sin duda, dicha festividad está perdiendo la esencia de ser, la vocación reivindicativa de un pueblo que quería dotarse de los instrumentos necesarios para transformar las estructuras que, para algunos, impedían y pueden continuar impidiendo resolver nuestros problemas socio-económicos y desarrollar nuestra cultura. Independientemente del léxico utilizado y cómo debemos conmemorar o festejar el Día de Andalucía, que daría para un largo debate, creo que es cierto que a menudo encontramos mucha retórica hueca, cuando nos conformamos con el mero desayuno de pan con aceite y huimos de promover la activación de nuestra conciencia de Pueblo. Esto es algo que le ocurre también a otras celebraciones, como por ejemplo al Día del Trabajador. El paso del tiempo las va decolorando.

         Y para terminar el puente, por si no había bastante, salta a la palestra la noticia de que Ferrovial abandonará España para situar su sede social en Países Bajos. Podría extenderme sobre el concepto de patria de algunos empresarios, pero me preocupa más la vinculación que esta noticia puede tener con Baena. Rafael del Pino, presidente de Ferrovial, es descendiente del baenense Joaquín del Pino, que ya sabemos que fue virrey del Río de la Plata durante 3 años al inicio del siglo XIX, además de otras responsabilidades político-militares. Supongo que su relación con Baena es casi nula, quedando reducida a nacer y vivir aquí durante su niñez y adolescencia. Sin embargo, y desconozco a cambio de qué, se le entrega una de sus calles más transitadas, el nombre de un nuevo colegio y su mejor y céntrica plaza para albergar su busto en alto. Y ahora, sus descendientes y promotores de este intercambio, nos llegan con estas…

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